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Empresas enfrentan el desafío de conciliar rentabilidad y responsabilidad social

Hoy las empresas tienen el gran desafío de maximizar las utilidades y flujos de caja, sin descuidar su rol frente al bienestar de la sociedad y el respeto al medio ambiente. Ante esto, las compañías deben actualmente invertir en proyectos que se espera generen utilidades y flujos positivos en el futuro. En este contexto, la evaluación de proyectos se ha convertido una herramienta fundamental.

Hay algunas etapas clave que las empresas deben tomar en cuenta al momento de evaluar un proyecto. La primera consiste en identificar propuestas y el caso base. Aquí se define lo que se va a evaluar. Hay que entender perfectamente de qué se trata el proyecto y qué decisiones estratégicas involucra. Mientras más difíciles de revertir sean las decisiones, más se justifica hacer un esfuerzo importante por evaluar el proyecto correctamente. En general, se debe decidir entre hacer el proyecto y no hacerlo. Lo que pasaría si el proyecto no se realiza constituye lo que denominaremos caso base.

Una segunda etapa es proyectar el futuro de acuerdo con la información de mercado. Una vez definido el proyecto y el caso base, podemos comenzar a proyectar los ingresos y egresos incrementales de la iniciativa (i.e., los ingresos y egresos por sobre el caso base). En general, es necesario contar con, o desarrollar, un estudio de mercado para estimar la demanda, la oferta, los precios y el resto de los elementos asociados a ingresos y egresos del proyecto.

En una tercera etapa se deben estimar los flujos de caja libre, la tasa de descuento y calcular los indicadores de rentabilidad. Una vez que se tienen claros los ingresos y egresos incrementales del proyecto, debemos estimar los flujos de dinero efectivamente atribuibles al proyecto, denominados flujos de caja libre. Para poder calcularlos correctamente, no solo es necesario conocer la metodología de cálculo; sino también las normas contables y tributarias del país donde se desarrolla el proyecto.

La tasa de descuento es un factor financiero que permite descontar (es decir, penalizar) los flujos que genera un proyecto en un tiempo futuro para transformarlos en equivalentes en dinero de hoy. Esto permite comparar correctamente los flujos de dinero futuros, que tienen incerteza, con los flujos de dinero presentes. La tasa de descuento depende de factores como el nivel de riesgo del proyecto y el nivel de endeudamiento de la compañía u organización donde el proyecto se desarrolla.

Con los flujos de caja libre y la tasa de descuento podemos calcular el Valor Actual Neto (o VAN) del proyecto, que representa el valor total que genera en dinero de hoy. Este es el indicador financiero más importante para tomar la decisión de hacer o no el proyecto. Un VAN positivo significa que generará valor y, por lo tanto, es rentable. Además del VAN; hay otros indicadores, como la Tasa Interna de Retorno (o TIR) y el Payback, que aportan información adicional sobre la rentabilidad del proyecto.

Una cuarta etapa clave es el análisis de riesgo. Con el VAN del proyecto calculado se podría pensar que la evaluación ha terminado. Sin embargo, lo más realista es suponer que no todas nuestras estimaciones fueron 100% precisas. Cuando los flujos de caja futuros de un proyecto tienen variabilidad, entonces este tiene riesgo. Un análisis de riesgo nos muestra qué tan robusta es la evaluación ante cambios en las variables relevantes. Un primer paso consiste en identificar las principales variables que afectan el proyecto y que están fuera de nuestro control o podrían tener errores de estimación. Luego, los análisis de riesgo estudian cómo los cambios en estas variables afectan la rentabilidad del proyecto.

Otra etapa importante consiste en identificar las flexibilidades. La intuición nos dice que un proyecto con ciertas flexibilidades (por ejemplo, en sus plazos de ejecución) es preferible a uno completamente rígido; en el que todo debe hacerse de acuerdo al plan original. Cada proyecto tiene distintos tipos de flexibilidad; encontrarlas es el primer desafío antes de cuantificarlas. Entre las opciones de flexibilidad más comunes se encuentran las de esperar, expandir y abandonar un proyecto.

Luego de las etapas anteriores, deberíamos estar en condiciones de poder decidir si el proyecto es rentable o no. Si aún existe incerteza sobre la calidad de algunos supuestos, lo mejor es volver a empezar el proceso (total o parcialmente dependiendo del caso). Finalmente, es aconsejable seguir el desarrollo de un proyecto una vez que es implementado. Analizar el desempeño real puede entregar valiosas lecciones para mejorar futuras evaluaciones.

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