La llamada “economía plateada”, vinculada al consumo y aporte económico de las personas mayores de 50 años, se ha convertido en una de las fuerzas más dinámicas a nivel global. Según estimaciones de organismos internacionales, esta población no solo representa un segmento creciente de consumidores, sino que también es clave en la generación de riqueza, empleo y nuevas oportunidades de negocio.
Un informe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) indica que en América Latina y el Caribe, este grupo etario ya concentra más del 25 % del gasto total de los hogares. A nivel global, la Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula que el valor de la economía plateada rondará los US$ 15 billones en 2030, lo que la convierte en un sector con un potencial comparable al de economías enteras como la de China o Estados Unidos.

En países como España y Japón, donde la proporción de adultos mayores supera el 30 % de la población, los sectores más beneficiados son la salud, el turismo, la vivienda, la tecnología adaptada y los servicios financieros. Sin embargo, el fenómeno no se limita a naciones desarrolladas: en Centroamérica, la población mayor de 60 años crece a un ritmo acelerado y se estima que en 2050 será casi el doble de la actual.
Más allá de su capacidad de consumo, la economía plateada también refleja la contribución activa de las personas mayores al mercado laboral y al emprendimiento. De acuerdo con la OCDE, uno de cada cinco trabajadores en países industrializados tiene más de 55 años, lo que demuestra que la longevidad está redefiniendo las dinámicas productivas.
Especialistas en desarrollo económico señalan que el reto está en diseñar políticas públicas y productos que atiendan sus necesidades y preferencias. Esto implica desde adaptar infraestructuras urbanas y sistemas de salud, hasta promover la inclusión digital de este grupo.
La economía plateada, que alguna vez fue vista únicamente como un gasto social, hoy se reconoce como un motor de crecimiento sostenible. Su peso en el consumo, la inversión y la innovación continuará en aumento, y su inclusión estratégica puede marcar la diferencia en la competitividad de los países en las próximas décadas.