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La inteligencia artificial revoluciona el mercado del arte

La obra Retrato de Alan Turing, creada mediante inteligencia artificial (IA), se subastó recientemente en Sotheby’s de Londres por 1.08 millones de dólares (mdd), convirtiéndose durante un tiempo en la pieza más cara de su tipo. Este hecho refleja el creciente impacto de la IA en el mundo del arte y plantea interrogantes sobre su influencia futura en la creatividad, el mercado y la sociedad.

La inteligencia artificial es un campo de la informática dedicado al desarrollo de sistemas capaces de ejecutar tareas tradicionalmente reservadas a la inteligencia humana. En los últimos años, su aplicación se ha extendido al terreno artístico, generando obras que desafían la noción tradicional de autoría.

El antecedente más destacado es Retrato de Edmond de Belamy, considerado el primer retrato creado por IA, subastado en 2018 por 432,000 dólares en Christie’s de Nueva York, un precio 43 veces superior al estimado inicialmente. De acuerdo con ArtSmart, cerca de un tercio de los artistas digitales incorporan actualmente la IA en sus procesos creativos y se estima que pronto alrededor del 5 % del arte contemporáneo será producido mediante estas tecnologías. Aunque aún representa un porcentaje reducido, la velocidad de su avance promete transformar de manera significativa el panorama artístico global.

El debate en torno al arte generado por algoritmos es intenso. Algunos cuestionan si una imagen creada por un programa puede ser considerada arte y qué implicaría que, en un futuro, toda la producción artística fuera desarrollada por máquinas. Más allá de los aspectos económicos y laborales, se plantea un dilema cultural: ¿qué ocurrirá con la huella creativa de la humanidad si las expresiones artísticas dejan de ser reflejo directo del ingenio humano?

Existen diversas posturas. Una corriente pragmática sostiene que la IA es simplemente una herramienta, comparable a programas de diseño como Photoshop, y que lo esencial son las indicaciones proporcionadas por los artistas —los llamados “prompts”— que guían el resultado final. Según este enfoque, el uso de estilos desarrollados por artistas del pasado no constituye plagio, ya que la tradición artística siempre ha implicado influencias externas y reinterpretaciones.

En contraste, quienes defienden una visión más romántica del arte consideran que las manifestaciones culturales no deben depender de procesos automatizados, pues estos no reflejan la creatividad humana en su sentido más profundo.

Con obras como Retrato de Alan Turing, el mercado del arte se enfrenta a un momento histórico en el que la tecnología y la creatividad humana convergen, obligando a coleccionistas, artistas y legisladores a replantear los límites de lo que significa crear, valorar y proteger el arte en la era digital.

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