Desde 1970, cada 22 de abril se celebra el Día de la Tierra. Para millones de personas alrededor del mundo, la fecha es un recordatorio sobre el impacto ambiental que dejan las actividades humanas y una invitación a repensar el uso racional de todas las formas de energía.
La irrupción de la tecnología blockchain hace apenas 15 años abrió una acelerada era de transformación sobre nuestra idea del dinero. Conceptos como almacenamiento y descentralización mostraron el costado más disruptivo de las criptomonedas y personas de todo el planeta descubrieron una modalidad de inversión impensada años atrás.
Aunque la “agenda verde” de las criptomonedas estuvo ausente de la opinión pública durante muchos años, el año pasado Digiconomist publicó que la energía eléctrica para el minado de Bitcoin se duplicó en 2023 y el dato reavivó las inquietudes ambientales.
El futuro del dinero y el futuro del planeta no pueden pensarse de forma separada y las energías que impulsan las transformaciones merecen ser conocidas y comprendidas por todos, considera la firma Unicoin.
Mitos y realidades sobre la Tierra y las criptomonedas
Si Bitcoin fuera un país, consumiría la misma cantidad de electricidad que Ucrania. VERDADERO: En julio de 2023, la cantidad de electricidad anual que demandó el minado de Bitcoin (149 TWH) superó a la de Ucrania (134,5 TWH) y se ubicó muy cerca de la de Malasia (150,8 TWH), dos países de tamaño mediano.
Entre las principales criptomonedas, no hay ningún interés en reducir el impacto ambiental. FALSO: Hace un año, Ethereum, la segunda criptomoneda más importante, adoptó el mecanismo del “proof-of-stake”. De ese modo, eliminó la necesidad de resolver complejas pruebas de cálculo que implicaban el uso intensivo de hardware y la demanda de electricidad cayó de forma significativa.
La “prueba de trabajo” y la “prueba de consenso” son los dos mecanismos principales de la tecnología blockchain y ambos son muy costosos en términos energéticos. FALSO: La “prueba de trabajo”, que es utilizada por Bitcoin, no sólo consume más energía eléctrica sino que genera residuos electrónicos estimados en 30,7 toneladas métricas anuales.