Las micro y pequeñas empresas (MYPES) se han consolidado como el verdadero motor económico de El Salvador, según el más reciente informe presentado por el Observatorio MYPE de la Escuela LID de FUSAI. Bajo el título “El Estado de la MYPE 2025: La otra cara de la economía”, este estudio ofrece una mirada profunda a la realidad de un sector que, pese a su peso determinante, sigue enfrentando obstáculos estructurales que limitan su desarrollo.
El documento, elaborado en conjunto con el Programa El Salvador de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), señala que las MYPES —tanto formales como informales— aportaron en promedio el 48.8 % del Producto Interno Bruto (PIB) entre 2020 y 2023. Esta cifra supera con creces la participación de las grandes empresas y las remesas familiares, desafiando la percepción tradicional de que el crecimiento económico del país depende principalmente de estos factores.

El estudio destaca que las MYPES formales, aunque representan solo el 3.6 % del parque empresarial, contribuyen con el 8.2 % del PIB; mientras que las informales generan el 40.6 %. Esta combinación evidencia que el tejido productivo salvadoreño descansa sobre pequeños negocios que, además de sostener la economía, aportan cohesión social y territorial. Sin embargo, el informe advierte que la falta de políticas públicas efectivas, la informalidad persistente y el acceso desigual al crédito continúan minando su potencial.
Uno de los problemas más graves identificados es el financiamiento informal o usurario, con tasas anuales promedio que superan el 1,800 %. Ocho de cada diez empresarios recurren a estos préstamos por su facilidad y rapidez, pero a un costo que compromete la sostenibilidad de sus negocios. La Ley contra la Usura de 2013, según el informe, resulta ineficiente por su débil supervisión y falta de incentivos para el crédito formal hacia las unidades más vulnerables.
El informe también aborda la “brecha por exceso de optimismo”, que refleja la paradoja entre el deseo de crecimiento de las MYPES y las condiciones adversas del entorno económico. Factores como la saturación de mercados, la pérdida del poder adquisitivo y la baja rentabilidad generan un ciclo de supervivencia en lugar de expansión, donde las empresas se ven obligadas a reducir personal o inventarios para mantenerse a flote.
En materia de digitalización, el avance es desigual. Aunque la mayoría utiliza herramientas básicas como WhatsApp o Facebook, menos del 30 % emplea correo electrónico o software de gestión. Dos de cada tres aún operan exclusivamente con efectivo, lo que limita su trazabilidad y competitividad.
El estudio también visibiliza la “carga invisible del cuidado”, una problemática que afecta especialmente a las empresarias. Más de la mitad de los dueños de MYPES dedican más de cuatro horas diarias a labores domésticas o de cuidado, con un promedio mayor en mujeres (cinco horas). Esto restringe su tiempo productivo y amplía la brecha de ingresos, por lo que se plantea la creación de un sistema nacional de cuidados que permita liberar tiempo y fomentar nuevos emprendimientos en ese ámbito.
El Observatorio MYPE concluye que fortalecer este sector no es solo una tarea económica, sino una estrategia de país. Para lograr un crecimiento inclusivo y sostenible, se requiere reorientar la política pública hacia soluciones que integren financiamiento accesible, digitalización integral y políticas de bienestar que reconozcan el papel central de las MYPES en la economía nacional.
El lanzamiento del informe contó con el apoyo de la Iniciativa DINAMICA II, ejecutada por el Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE), la Unión Europea (UE) y el Gobierno de Alemania, junto a aliados como Banco Integral, ACTEC y la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI).