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La ciberseguridad disruptiva tiene nombre de mujer 

Podría pensarse que hablar de la brecha entre hombres y mujeres en el mundo profesional es anticuado y repetitivo, pero difiero de esta aseveración. 

A pesar de que la época en la que vivimos nos aliente a percibir la equidad enfocada hacia la revolución de las identidades sexuales y de género, aprovechándose del sensacionalismo y de la rapidez con que este tipo controversias se popularizan en internet, la realidad del mundo laboral para las mujeres escapa de este espejismo mediático. 

Cuando inicié la universidad no imaginé que la experiencia laboral más larga de mi trayectoria profesional terminaría siendo en el sector tecnología, particularmente en ciberseguridad, y que, a través de estos años, contravendría algunos estereotipos de la profesión y preconcepciones de género que surgieron durante la carrera y que alcancé a conservar incluso hasta el momento en que me gradué como abogada. 

Aunque tuve la fortuna de crecer en un hogar donde mis padres, como educadores, me impulsaron a desarrollarme como ser humano más allá de la ponderación social que de alguna forma susurra, “eres mujer, elige carreras para mujeres”, sé que, en Latinoamérica, desafortunadamente, este tipo de formación no es la regla sino la excepción. 

Luchar contra el imaginario colectivo es una tarea compleja. La elección de la carrera profesional de una gran cantidad de mujeres está sesgada por referentes provenientes de la primera infancia; esto significa que el estado de desigualdad inicia desde muy temprano en nuestras vidas, ya que durante la crianza son escasas las asociaciones entre carreras STEM (Science, Technology, Engineering and Mathematics) y “roles femeninos”

Datos de la UNESCO revelan que las mujeres representamos únicamente el 35% de los empleos en la industria de ciencia y tecnología. Adicional a lo anterior, en la región hay una subrepresentación en los cargos más altos y continuamos siendo minoría en áreas STEM en casi todos los países; demostrando que, como colectividad, aún tenemos mucho camino por construir. Es mi sentir que el cemento de esta nueva senda debe ser la sororidad, esa relación de solidaridad entre las mujeres, especialmente en la lucha por su empoderamiento.

Ya sea desde nuestra posición como madres, mentoras, hermanas, educadoras, profesionales en otras áreas cruciales tales como selección de personal, en tecnología, líderes y hasta cómo amigas, deberíamos impulsar nuestras congéneres a incursionar en campos STEM, y así empezar a incrementar la oferta de este demandante mercado en constante expansión. Con este fin en mente, impulsaremos un cierre progresivo y sostenido de la brecha de género, al tiempo que contribuimos con perspectivas disruptivas e innovación frente a la resolución de los desafíos presentes y futuros de la humanidad.

Precisamos normalizar ver más mujeres desempeñándose como desarrolladoras, programadoras, investigadoras, científicas y liderando áreas de ciencia y tecnología, para que encontrarnos con este tipo de perfiles no sea un acontecimiento digno de enmarcar, sino que se convierta en una situación recurrente. 

Es un orgullo al escribir estas líneas exaltar a todas las compañeras con quienes comparto el día a día en mi rol en la industria de la ciberseguridad, así como aquellas mujeres que también se desenvuelven como profesionales en ciencia y tecnología. Juntas somos el ejemplo vivo de esta revolución que empieza a quebrar el denominado “techo de cristal”, y a su vez, nos convierte en arquitectas de la equidad laboral real en medio de esta cuarta revolución industrial. 

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