El flujo de remesas familiares hacia El Salvador continúa siendo un pilar fundamental para la economía nacional; sin embargo, los datos más recientes del Banco Central de Reserva (BCR) revelan una tendencia que preocupa a los analistas: las remesas destinadas a inversión registraron una caída del 7.6 % entre enero y septiembre de este año, luego de varios periodos consecutivos de expansión.
De acuerdo con el informe oficial, el dinero enviado por salvadoreños en el exterior continúa ingresando en niveles significativos, pero la mayor parte sigue orientada al consumo cotidiano y no a la generación de capital productivo. El BCR clasifica las remesas en dos categorías: las dirigidas al consumo —utilizadas para cubrir gastos esenciales como alimentación, educación, salud y servicios básicos— y las destinadas a inversión, es decir, aquellas que se utilizan para adquirir viviendas, terrenos o impulsar negocios familiares.
La disminución de las remesas de inversión podría estar vinculada a diversos factores macroeconómicos, entre ellos la desaceleración económica en Estados Unidos, principal país de origen de los envíos, la persistencia de la inflación y el aumento del costo de vida tanto en el país norteamericano como en El Salvador. Estos elementos han reducido la capacidad de ahorro de los migrantes y, en consecuencia, su posibilidad de enviar capital con fines productivos.
Pese a esta contracción, el flujo total de remesas familiares continúa siendo un motor vital para el consumo interno, representando un porcentaje relevante del Producto Interno Bruto (PIB) nacional. No obstante, economistas subrayan que para fortalecer la sostenibilidad económica del país es necesario promover mecanismos que incentiven la canalización de parte de estos recursos hacia proyectos de inversión.
El BCR destaca que, aunque el envío de remesas sigue mostrando resiliencia, la baja en los fondos orientados a inversión plantea el reto de fomentar instrumentos financieros, programas de ahorro y políticas públicas que conviertan este flujo económico en una fuente más estable de desarrollo productivo y generación de empleo en el mediano plazo.

