La agricultura continúa siendo uno de los sectores más fundamentales para el crecimiento económico, la seguridad alimentaria y el desarrollo sostenible de los países, especialmente en economías emergentes. Su impacto se extiende más allá de la producción de alimentos, influyendo en el empleo, el comercio, la estabilidad social y el equilibrio ambiental.
Según datos del Banco Mundial, en muchos países en desarrollo, la agricultura representa entre el 20 % y el 40 % del Producto Interno Bruto (PIB) y emplea a más del 60 % de la población activa. Esto la convierte en una herramienta estratégica no solo para reducir la pobreza, sino también para dinamizar otros sectores productivos, como la agroindustria, el transporte y la comercialización.
Uno de los principales aportes de la agricultura a la economía es su capacidad de generar empleo, especialmente en áreas rurales. Desde pequeños agricultores hasta trabajadores estacionales y técnicos agrícolas, este sector proporciona oportunidades laborales esenciales para millones de personas, promoviendo la inclusión social y evitando la migración forzada hacia las ciudades.

Además, la agricultura desempeña un rol esencial en la estabilidad de precios y el acceso a alimentos. Una producción agrícola sólida y tecnificada puede reducir la dependencia de importaciones, fortalecer las reservas nacionales y garantizar el abastecimiento en tiempos de crisis.
En términos de comercio, los productos agrícolas representan una parte considerable de las exportaciones de muchos países latinoamericanos, incluyendo café, azúcar, frutas tropicales y granos básicos. Este flujo comercial no solo genera ingresos en divisas, sino que también posiciona al país en los mercados internacionales.
No obstante, el sector enfrenta múltiples desafíos, como el cambio climático, la degradación del suelo, la falta de acceso a financiamiento y la escasa tecnificación en algunas regiones. Para garantizar su sostenibilidad, es crucial invertir en innovación, capacitación, infraestructura rural y políticas públicas inclusivas que fortalezcan al pequeño y mediano productor.
La agricultura no es únicamente un asunto de campo, sino un eslabón esencial del desarrollo económico. Reconocer su valor estratégico es imperativo para construir economías más resilientes, inclusivas y sostenibles en el futuro.