La economía mundial podría estar entrando en un escenario de estanflación, un fenómeno caracterizado por la combinación de alto nivel de inflación con estancamiento económico, situación que representa un desafío complejo para los gobiernos y bancos centrales.
Uno de los factores que ha encendido las alertas en el panorama económico internacional es el aumento de precios derivado de medidas comerciales restrictivas. Recientemente, Estados Unidos impuso aranceles del 145% a ciertos productos importados, lo que generó preocupación entre socios comerciales clave. Sin embargo, tras negociaciones, se llegó a un acuerdo temporal para reducir los aranceles a un rango del 10% al 30% por un periodo de 90 días. Aunque esta medida representa una desescalada, los efectos iniciales ya se han dejado sentir en los precios de bienes y materias primas, presionando la inflación en diversas regiones.

En el contexto regional, El Salvador ha comenzado a evidenciar señales de debilidad económica. Según datos de Davivienda, el Producto Interno Bruto (PIB) se contrajo un 0.3% en el primer trimestre de 2025, a pesar de un leve aumento en el consumo interno. Este retroceso económico, sumado a presiones inflacionarias externas, es una de las características centrales de un escenario estanflacionario.
Expertos advierten que, de persistir esta combinación de inflación alta con bajo crecimiento o contracción económica, las herramientas tradicionales de política monetaria podrían resultar ineficaces. «La estanflación limita las respuestas. Subir tasas puede frenar aún más la economía, pero no hacerlo podría dejar que la inflación se descontrole», indicó un analista regional.
Los próximos meses serán cruciales para determinar si las economías logran estabilizarse o si, por el contrario, se consolidará un entorno de estanflación prolongada, que dificultaría la recuperación global y ampliaría la desigualdad económica.