Donaciones, alquileres e inversiones sostienen a la Santa Sede, pero el déficit fiscal amenaza con ser el primer gran reto del nuevo pontífice.
Con apenas 44 hectáreas y alrededor de 760 habitantes, la Ciudad del Vaticano es el Estado más pequeño del mundo. Sin embargo, su economía es tan compleja como la de una nación moderna. Gobernado por el Papa, combina espiritualidad y finanzas para sostener las actividades de la Iglesia Católica y la maquinaria del Estado vaticano. Con el inicio del cónclave para elegir al sucesor de Francisco, también se abre un nuevo capítulo en la gestión económica de esta peculiar teocracia.
A lo largo de los años, el Vaticano ha desarrollado un modelo económico basado en tres pilares: las donaciones de fieles, un vasto portafolio inmobiliario y las ganancias provenientes de las entradas a los Museos Vaticanos. Esta estructura le ha permitido sostenerse sin recurrir a impuestos, pero los desafíos financieros no han desaparecido.

Donaciones y el Óbolo de San Pedro
La generosidad de los católicos de todo el mundo se canaliza a través del Óbolo de San Pedro, el fondo oficial del Papa. En la última década, las donaciones han oscilado en torno a los 48 millones de dólares anuales, con picos notables en 2018 y 2019. Sin embargo, el compromiso de los fieles no siempre alcanza para cubrir los crecientes gastos operativos de la Santa Sede.
Más de 5.000 propiedades: el imperio inmobiliario del Vaticano
Otro pilar crucial de la economía vaticana son los ingresos por alquileres. Se estima que la Santa Sede posee más de 5.000 inmuebles, de los cuales cerca de 4.200 están ubicados en Roma. Solo en 2024, esta actividad generó alrededor de 35 millones de dólares en rentas, parte de un total de 48 millones provenientes de inversiones.
Turismo sagrado: los Museos Vaticanos como fuente de ingreso
La recuperación del turismo tras la pandemia ha sido vital. Los Museos Vaticanos, que reciben millones de visitantes cada año, cobran al menos 24 dólares por entrada. En 2025, con motivo del Jubileo, se espera una afluencia récord de 32 millones de peregrinos y turistas, lo que representa una inyección económica clave. No obstante, buena parte de lo recaudado se destina al mantenimiento del complejo y al pago de salarios.
Una economía en déficit y con tensiones internas
Pese a estas fuentes de ingreso, el Vaticano enfrenta un déficit crónico. Antes de su fallecimiento, el papa Francisco impulsó una política de “déficit cero”, recortó salarios y promovió una comisión para aumentar las donaciones. Sin embargo, las cuentas siguen en rojo: el déficit estimado para 2025 ronda los 87 millones de dólares. Estas decisiones generaron tensiones dentro de la curia y del propio Colegio Cardenalicio, que ahora debate no solo sobre el perfil espiritual del nuevo Papa, sino también sobre su capacidad de gestión financiera.
¿Quién maneja el dinero del Vaticano?
El sistema financiero de la Santa Sede se articula principalmente a través del Instituto para las Obras de Religión (IOR), conocido popularmente como el “Banco del Vaticano”, y la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica (APSA), que gestiona inversiones y propiedades.
El próximo pontífice heredará algo más que una misión pastoral: deberá encarar el reto de equilibrar las finanzas de un Estado singular, donde la fe y el dinero conviven en un delicado equilibrio.