Con la muerte del Papa Francisco, la Iglesia Católica entra en un periodo crucial: la sede vacante, una etapa que marca el inicio del cónclave donde se elegirá al nuevo líder espiritual de más de 1.300 millones de fieles en todo el mundo. Pero este proceso no solo tiene un profundo significado religioso, también implica un complejo operativo logístico y financiero que deja una considerable factura para el Vaticano.
Aunque tradicionalmente se lleva a cabo cum clave —es decir, bajo llave— y en estricto secreto, los costos del cónclave son todo menos discretos. De acuerdo con estimaciones basadas en los cónclaves anteriores de 2005 (tras la muerte de Juan Pablo II) y 2013 (tras la renuncia de Benedicto XVI), el proceso puede costar entre 3 y 7 millones de euros. En el primer caso, el gasto fue de aproximadamente 7 millones, mientras que el segundo, más austero, rondó los 3,5 millones.

¿A qué se destina este presupuesto? Principalmente al funeral del pontífice saliente, el traslado y alojamiento de los cardenales electores menores de 80 años —provenientes de todos los continentes— en la Domus Sanctae Marthae, los servicios logísticos y de seguridad, la alimentación, atención médica, traductores y confesores disponibles para los religiosos, además de la cobertura mediática global. Por ejemplo, solo la cobertura de RTVE en 2013 tuvo un costo de alrededor de 420.000 euros.
Sin embargo, el Papa Francisco implementó varias reformas que podrían reducir el gasto. Entre ellas, funerales más sobrios, simplificación de rituales y la posibilidad de adelantar el cónclave si todos los cardenales están presentes en Roma. Estas medidas buscan una mayor eficiencia sin restar solemnidad al proceso.

El nuevo cónclave comenzará con la misa Pro eligendo Pontifice en la Basílica de San Pedro, seguida por la procesión hacia la Capilla Sixtina, donde los cardenales se encerrarán hasta que una mayoría de dos tercios se incline por un nuevo Papa. La fumata blanca no solo anunciará el nuevo nombre que marcará el rumbo de la Iglesia, sino también el cierre de una operación millonaria que conjuga fe, tradición y economía.
Las cifras exactas del gasto se conocerán a finales de año, cuando el Vaticano publique su balance financiero. Hasta entonces, el mundo católico —y el financiero— sigue con atención cada paso del camino hacia el nuevo pontífice.