Por: Comercio y Negocios
El turismo, motor clave del desarrollo económico en la costa salvadoreña, ha recibido un golpe directo tras el fuerte oleaje que ha afectado en las últimas horas a Playa El Tunco, uno de los destinos más emblemáticos y concurridos del país. Negocios frente al mar —incluyendo hoteles, restaurantes y tiendas de surf— reportan pérdidas materiales y cierres temporales, lo que representa un duro revés para la economía local.
Impulsada por condiciones oceánicas adversas, la marea alta ha sobrepasado límites habituales, obligando a los comerciantes a improvisar defensas y a suspender sus actividades de forma preventiva. La situación ha encendido las alertas en otros puntos turísticos del litoral, como El Majahual y El Obispo, donde las autoridades han comenzado inspecciones y emitido alertas para prevenir mayores daños.

Impacto económico inmediato y riesgos a mediano plazo
Aunque aún no hay una estimación oficial del monto total de las pérdidas, empresarios locales advierten que los daños podrían ascender a varios miles de dólares, especialmente por las afectaciones en infraestructura, mobiliario y cancelaciones de reservas.
La economía de El Tunco está estrechamente vinculada al turismo: según datos del Ministerio de Turismo, este enclave bohemio atrae a miles de visitantes mensuales, generando empleos directos e indirectos en servicios de hospedaje, alimentación, transporte y entretenimiento. Con este fenómeno natural, se pone en evidencia la vulnerabilidad de las economías locales ante eventos climáticos extremos, cada vez más frecuentes debido al cambio climático.
Resiliencia y adaptación: el nuevo desafío
Protección Civil ha reiterado la importancia de acatar las recomendaciones meteorológicas y ha señalado que las condiciones marítimas podrían mantenerse inestables en los próximos días. En este contexto, los comerciantes enfrentan una doble preocupación: proteger su patrimonio físico y sostener la viabilidad de sus negocios frente a una disminución del flujo turístico.
El caso de El Tunco plantea un reto urgente para el diseño de estrategias de adaptación y mitigación del riesgo en zonas costeras. Invertir en infraestructura resiliente, seguros paramétricos y planes de contingencia será clave para salvaguardar una economía que depende de la estabilidad climática.
Por ahora, mientras las olas continúan golpeando la costa, la comunidad local mantiene su esperanza a flote, apostando por la solidaridad y el trabajo conjunto para reconstruir lo dañado y recuperar el atractivo de uno de los mayores tesoros turísticos del país.