Durante muchos años, la imagen de México y sus líneas ferroviarias se había reducido a «La Bestia», el tren de carga sobre el cual han viajado miles de migrantes desde hace décadas desde el sureste del país en su camino a Estados Unidos.
Pero en los últimos tiempos, esta imagen ha comenzado a cambiar radicalmente.
El gobierno mexicano ha hecho una inversión sin precedentes en nuevas líneas de trenes de pasajeros que están marcando el regreso de un medio de transporte que fue abandonado en la segunda mitad del siglo XX.
Actualmente ya están en operación el Tren Maya, que recorre sitios históricos y naturales de la península de Yucatán; y el Tren Interoceánico, que conecta el Pacífico con el Golfo de México en el sureste del país.
En el centro, el Tren Interurbano es usado por miles de trabajadores y estudiantes que viajan diariamente entre Ciudad de México y la ciudad de Toluca.
Y está por entrar en operación una línea de acceso rápido para los viajeros que usan el nuevo aeropuerto de Ciudad de México, AIFA, mediante el Tren Suburbano.
Otras dos grandes líneas han comenzado a ser construidas: México-Querétaro y México-Pachuca. Y en el plan de la nueva presidenta, Claudia Sheinbaum, está reabrir a los pasajeros otras tres rutas: México-Veracruz, México-Nogales y México-Nuevo Laredo.
La presidenta ha puesto estos planes como sus grandes proyectos de infraestructura.
«Antes los privatizaron, ahora recuperamos los trenes de pasajeros con orgullo, porque significan desarrollo regional, empleos, turismo y prosperidad compartida», dijo Sheinbaum en su discurso de investidura al enumerar las prioridades de su gobierno.
Los analistas no dudan en señalar que hay ventajas en el transporte ferroviario sobre otros: tiene más capacidad de movilizar a la población, es más seguro, tiene menos impacto ambiental y resulta más cómodo para viajar.
Pero para que esas bondades sean aprovechadas, explica Benjamín Alemán, un profesor de Economía y consultor de la industria ferroviaria en la firma ATTRAIN, es fundamental que las líneas de trenes estén bien planeadas y cuenten con garantías de presupuesto.
«Desde el punto de vista de la movilidad, de la agenda de política pública de transporte, es una buena apuesta», dice Alemán.
«Pero esto requiere recursos, no solo para echarlo a andar, es decir, construirlo. Requiere recursos para operar: de aquí en adelante será un frente más a las finanzas públicas. Y tenemos otras cuestiones igual o más apremiantes, como la salud o la seguridad pública».
Y los cuestionamientos acerca de la opacidad de proyectos como el Tren Maya, o su impacto ambiental, hacen que las multimillonarias nuevas inversiones estén bajo la lupa también.
Los trenes en marcha (y sus resultados)
Entre las obras de infraestructura que promovió el presidente Andrés Manuel López Obrador (2018-2024), su insignia fue el Tren Maya.
El presidente retomó un proyecto de la Secretaría de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes (SICT) y le dio un sello propio: conectar toda la península de Yucatán por vía ferroviaria.
No fue sencillo: invirtió la cifra récord de US$30.000 millones para los 1.500 km de vías, estaciones, hoteles y desarrollos turísticos que han marcado esa región en la que la principal fuente económica ha sido por décadas el turismo del litoral del Caribe.
En sus primeros meses de operación (diciembre-agosto), el Tren Maya transportó a casi 400.000 pasajeros.
Su construcción y operación, sin embargo, ha sido motivo de cuestionamientos, tanto por el impacto ambiental que ha generado en la selva tropical del sureste de México, como por su rentabilidad, pues podría tardar muchos años en recuperar su inversión directa.
En el centro del país, la construcción del Tren Interurbano fue iniciada en 2014 pero recién este año pudo conectar Ciudad de México con Toluca debido a múltiples retrasos y encarecimiento del proyecto en 2,4 veces hasta alcanzar casi los US$10.000 millones.
El tren ha transportado en los primeros ocho meses de este año a 1,8 millones de pasajeros. Y se espera que tenga una mayor afluencia cuando se concluya el último tramo que llevará a los pasajeros a la estación terminal que se conecta con el Metro y otros transportes.
De mucho menor impacto en la movilidad de pasajeros ha sido el Tren Interoceánico. Esta línea conecta los puertos de Salina Cruz (Pacífico) con Coatzacoalcos (Golfo de México), en un recorrido que incluye ocho estaciones intermedias en 303 km de costa a costa. Ha tenido una afluencia mensual baja, con un promedio de unos 7.200 pasajeros.
Pero, a diferencia de otros proyectos, este tren Interoceánico comparte su inversión de US$1.000 millones con el tren de carga para el que originalmente fue rehabilitada esta línea férrea.