La luz azul está más presente en nuestras vidas de lo que imaginamos. Procedente del sol, de la iluminación artificial y, especialmente, de las pantallas LED de teléfonos, computadoras y televisores, esta luz de onda corta y alta energía representa cerca de un tercio del espectro visible que percibimos a diario. Aunque es natural, el uso intensivo de dispositivos electrónicos ha incrementado significativamente nuestra exposición a este tipo de luz, generando tanto beneficios como preocupaciones para la salud.
Beneficios: alerta, estado de ánimo y desarrollo visual
La exposición a la luz azul no es completamente negativa. Estudios han demostrado que ayuda a mejorar la alerta, potencia el rendimiento cognitivo y puede aliviar síntomas de la depresión estacional. También es clave para regular nuestro ritmo circadiano, el reloj interno que nos ayuda a dormir y despertar correctamente. En los niños, la luz solar –principal fuente de luz azul– es esencial para el desarrollo visual y la producción de vitamina D.
Riesgos: fatiga ocular, insomnio y daños a largo plazo
Sin embargo, el uso prolongado de pantallas ha incrementado los riesgos relacionados con la sobreexposición a la luz azul. Se estima que los latinoamericanos pasan entre el 55% y el 57% de su tiempo despiertos frente a pantallas, lo que ha llevado a que más de la mitad experimente síntomas de fatiga ocular, como sequedad, visión borrosa, dolores de cabeza y cansancio visual.
A largo plazo, una exposición excesiva puede dañar las células de la retina, y en casos extremos, contribuir a enfermedades como cataratas o incluso ciertos tipos de tumores oculares. Además, la luz azul suprime la melatonina —hormona responsable del sueño—, alterando los ciclos de descanso y contribuyendo a trastornos metabólicos y problemas de salud mental como la depresión.
Un estudio de Harvard reveló que 6,5 horas de exposición a luz azul antes de dormir retrasan el ciclo circadiano hasta tres horas, el doble que otras luces visibles, como la verde.
¿Cómo reducir la exposición?
Para mitigar estos efectos, los expertos recomiendan evitar dispositivos electrónicos entre dos y tres horas antes de dormir. También se sugiere aplicar la regla 20-20-20: cada 20 minutos de pantalla, mirar un objeto a 20 pies (6 metros) durante al menos 20 segundos.
Existen herramientas tecnológicas para reducir la exposición, como filtros físicos para pantallas, gafas con protección contra luz azul, y modos de visualización especiales en los dispositivos. Por ejemplo, Acer ofrece su aplicación Bluelight Shield, que permite reducir la luz azul hasta en un 54%, mientras que algunos de sus modelos cuentan con certificación Eyesafe y TÜV Rheinland, garantizando estándares médicos sin afectar la calidad de imagen.
En el caso de Windows 11, la función Luz nocturna permite ajustar el nivel de luz azul emitido por la pantalla según un horario definido por el usuario, ayudando a preparar el cuerpo para el descanso.
La luz azul forma parte de nuestra vida moderna y, en dosis adecuadas, puede beneficiar nuestro bienestar. Sin embargo, la exposición prolongada sin control implica riesgos reales para la salud ocular y el sueño. Informarse y aplicar medidas de prevención es fundamental para cuidar nuestros ojos y nuestro equilibrio físico y mental en la era digital.