Desde su inauguración en 1914, el Canal de Panamá se ha consolidado como un eje estratégico del comercio internacional y una pieza central en las dinámicas geopolíticas globales. Este corredor marítimo, que conecta el océano Atlántico con el Pacífico, maneja aproximadamente el 6% del comercio mundial, con más de 14,000 embarcaciones transitando anualmente.
Con la expansión de 2016, que incluyó un tercer juego de esclusas para buques Neopanamax, el Canal reafirmó su relevancia al triplicar su capacidad y facilitar el comercio entre Asia, Europa y América. Sin embargo, enfrenta desafíos como el cambio climático y la competencia de rutas como el Canal de Suez y la Ruta del Ártico.
En el tablero geopolítico, el Canal representa un punto crítico en las relaciones entre Estados Unidos, China y América Latina. Durante su administración, Donald Trump percibió la creciente influencia de China en la región como una amenaza estratégica. Proyectos de infraestructura vinculados al Canal financiados por China despertaron inquietudes sobre el control y la seguridad de esta arteria comercial.
En un posible segundo mandato, Trump podría priorizar una estrategia para contrarrestar la expansión china en América Latina. Bajo su política de “America First”, el Canal de Panamá se posicionaría no solo como un activo económico, sino como un recurso geopolítico esencial para proyectar poder económico y militar en el hemisferio occidental.
El control y la influencia sobre esta infraestructura continuarán definiendo las dinámicas de poder en la región, consolidando al Canal de Panamá como una pieza clave en el ajedrez geopolítico del siglo XXI.