En un contexto global marcado por la urgencia climática y la necesidad de un desarrollo inclusivo, las economías emergentes están tomando un papel protagonista en la transición hacia modelos económicos más sostenibles. Países en desarrollo, que durante décadas buscaron acelerar su crecimiento económico sin considerar plenamente el impacto ambiental, hoy apuestan por un equilibrio entre progreso y responsabilidad ecológica.
Expertos coinciden en que el crecimiento sostenible en estas regiones no solo es posible, sino necesario para evitar que la crisis ambiental profundice las desigualdades sociales. La incorporación de energías renovables, el impulso a la economía circular y la adopción de tecnologías limpias se convierten en pilares fundamentales para consolidar un desarrollo que beneficie tanto a las comunidades como al planeta.
Además, la inversión extranjera está orientándose cada vez más hacia proyectos que promueven la sostenibilidad, incentivada por políticas públicas que buscan atraer capitales verdes y apoyar la innovación ambiental. Organismos internacionales también juegan un rol clave, brindando financiamiento y asistencia técnica para fortalecer capacidades locales y asegurar que el crecimiento económico no comprometa los recursos naturales.
Sin embargo, el camino no está exento de desafíos. La desigualdad, la falta de infraestructura adecuada y la necesidad de políticas coherentes son obstáculos que los países emergentes deben superar para consolidar una economía verde y resiliente.
En suma, la integración de la sostenibilidad en las estrategias de desarrollo de economías emergentes es una oportunidad única para construir un futuro más justo y equilibrado. El éxito dependerá de la colaboración entre gobiernos, sector privado y sociedad civil, en una agenda común que promueva la prosperidad sin sacrificar el bienestar ambiental.