El Salvador se posiciona para aprovechar uno de sus activos más valiosos en materia económica: el bono demográfico. Según un reciente informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), el país experimentará un crecimiento anual promedio del PIB per cápita de 0.51 % entre 2025 y 2050, situándose como la segunda economía con mayor avance en la región, solo detrás de Guatemala, que proyecta un 0.73 % anual.
Este crecimiento sostenido está estrechamente vinculado a la estructura poblacional actual de El Salvador, caracterizada por una amplia base de población en edad productiva, que contribuye a la generación de ingresos y fortalece el mercado laboral interno. Este fenómeno, conocido como bono demográfico, representa una ventana de oportunidad que puede traducirse en un impulso significativo para el desarrollo económico, siempre y cuando se implementen políticas que potencien la educación, la capacitación y la inclusión laboral.
Sin embargo, el análisis demográfico proyecta que, hacia mediados de siglo, El Salvador también comenzará a enfrentar un cambio en su pirámide poblacional, con un aumento en el número de personas que requerirán cuidados especiales, como la población adulta mayor. Esto subraya la importancia de adelantar reformas en sistemas de salud, pensiones y protección social para mitigar futuros desafíos y sostener la productividad.

En contraste, economías regionales más avanzadas como Brasil, Chile y Costa Rica enfrentan un escenario opuesto, con un envejecimiento poblacional que presionará a la baja su PIB per cápita en las próximas décadas. Esta dinámica plantea un reto estructural para dichos países, que deberán adaptar sus políticas económicas y sociales para mantener su competitividad y bienestar.
Para El Salvador, el reto está en maximizar el potencial de su actual composición demográfica, fomentando la inversión en capital humano, la generación de empleo formal y la innovación tecnológica. De no hacerlo, el bono demográfico podría convertirse en una carga si la población activa no logra integrarse plenamente en la economía formal ni elevar su productividad.
En conclusión, la perspectiva económica para El Salvador en los próximos 25 años es prometedora, pero requiere un enfoque estratégico y políticas públicas que capitalicen el bono demográfico. Este fenómeno representa una oportunidad histórica para avanzar hacia un desarrollo sostenible, diferenciándose en la región por una economía más dinámica y resiliente.