En mayo de 2020, el A380 de nombre «Düsseldorf» realizó su último vuelo hasta la fecha, por un motivo bastante triste. En aquella época, el tráfico aéreo mundial estaba prácticamente paralizado durante la primera fase de la pandemia, y Lufthansa, como muchas otras compañías aéreas, temía por su supervivencia. Su flota de 14 enormes Airbus A380, con capacidad para 509 pasajeros cada uno, era una verdadera carga costosa, de la que quería deshacerse rápidamente.
En aquel momento, Lufthansa llevó sus A380 a los estacionamientos de Teruel, una zona semidesértica española, y de Tarbes-Loudes, en el suroeste de Francia. Entre ellos se encontraba también el «Düsseldorf». Casi todos los 14 gigantes de Lufthansa siguen ahí, y durante mucho tiempo pareció que así terminaba la era del A380, que apenas había comenzado en 2010.
Un año después, todo es diferente. Desde el verano de 2022, la demanda mundial de vuelos ha vuelto a alcanzar el 80 por ciento de los niveles anteriores a la pandemia, pero, al mismo tiempo, las compañías aéreas sufren de una escasez extrema de aviones. Muchos aviones viejos y poco rentables fueron retirados del servicio prematuramente durante la crisis. Paralelamente, hay enormes problemas de entrega, sobre todo en el caso de los grandes aviones de largas distancias, principalmente porque Boeing no puede proveerlos según lo planeado.
Tras una larga pausa forzosa debido a considerables problemas de calidad, el Airbus 787, un hito en ventas, acaba de ser entregado de nuevo, por primera vez también a Lufthansa. La entrada en servicio del mayor avión comercial en producción, el Boeing 777-9, sigue retrasándose.
Por eso, se reactivó el «Düsseldorf» el 2 de diciembre pasado. Tras dos años y medio de letargo bajo el sol de España, reina ahora una intensa actividad. El personal de mantenimiento de Lufthansa llevaba semanas preparando en suelo español el regreso del avión. La cabina de vuelo daba un aspecto un tanto decepcionante después del largo tiempo en tierra: las ventanas tapiadas con cinta adhesiva, las filas de asientos ocultas bajo lonas de plástico negro, incluso los asientos del piloto envueltos en papel de aluminio.
En 2020 ya se habían invertido unas 2.000 horas en poner al gigante en estado de almacenamiento profundo, lo que se conoce como deep storage, pero para devolverlo a la vida se necesitaron aún más esfuerzos, unas 2.500 horas adicionales de trabajo, desde retirar todas las cubiertas hasta probar los motores.