La sostenibilidad ya no es solo una estrategia de responsabilidad social, sino un motor clave de inversión para empresas, gobiernos y fondos internacionales.
La sostenibilidad ha dejado de ser un tema accesorio para convertirse en uno de los ejes estratégicos de las inversiones a nivel global. Según el último informe de la firma Morningstar, los activos gestionados en fondos sostenibles superaron los $3.1 billones a nivel mundial al cierre de 2024, marcando un nuevo récord en la integración de criterios ambientales, sociales y de gobernanza (ESG, por sus siglas en inglés).
América Latina no se queda atrás. Proyectos de energías renovables, economía circular, agroindustria responsable y tecnologías limpias se están posicionando como nichos atractivos para el capital extranjero y para los inversionistas institucionales de la región. En El Salvador, por ejemplo, el auge de parques solares, la modernización de plantas de tratamiento de agua y las iniciativas de reciclaje con enfoque comunitario han captado el interés de multilaterales como el BID y el BCIE.

Un nuevo paradigma financiero
“La sostenibilidad se ha transformado en una ventaja competitiva. Las empresas que no integren estos criterios corren el riesgo de quedarse fuera del radar de los grandes inversionistas”, asegura Ana Gabriela Morales, directora regional de inversiones sostenibles del IFC para Centroamérica.
Los criterios ESG se han vuelto determinantes no solo para evaluar riesgos, sino también para proyectar el valor a largo plazo de una empresa. Hoy, los fondos de pensiones, bancos y fondos soberanos consideran factores como la huella de carbono, la equidad de género y la transparencia fiscal antes de colocar su capital.
Retorno financiero y propósito
Contrario al mito de que lo sostenible es menos rentable, múltiples estudios han demostrado que las inversiones con enfoque ESG pueden ofrecer rendimientos iguales o superiores a las tradicionales. Un análisis de BlackRock reveló que, durante periodos de alta volatilidad, los fondos sostenibles mostraron una mayor resiliencia.
“Las nuevas generaciones de inversionistas —especialmente millennials y centennials— están exigiendo coherencia entre el impacto social y ambiental de sus inversiones y su rentabilidad”, indica Fernando Arias, analista de tendencias financieras de Deloitte.
Casos locales y oportunidades
En El Salvador, empresas del sector cafetalero, textil y de construcción han comenzado a rediseñar sus modelos de producción bajo principios sostenibles, accediendo así a financiamiento verde, reducción de costos energéticos y acceso preferencial a mercados internacionales.
Uno de los casos destacados es el de Energía Verde S.A., una firma salvadoreña que logró colocar un bono verde de $10 millones en alianza con una banca regional para expandir su operación solar en la zona oriental del país. “Sin sostenibilidad no hay futuro financiero posible”, resume su gerente general, Ricardo López.

Perspectivas hacia 2030
Con la agenda de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) marcando la pauta, se espera que las inversiones sostenibles sigan creciendo a doble dígito en la próxima década. El desafío está en garantizar la verificación del impacto, evitar el “greenwashing” y democratizar el acceso a estas oportunidades de inversión.
“La sostenibilidad ya no es una opción ni una moda: es la nueva forma de hacer negocios y construir economías más resilientes”, concluye Morales.