Las recientes precipitaciones que han persistido en el occidente del país están comenzando a generar efectos económicos adversos en el sector cafetalero, uno de los rubros agrícolas más sensibles a las variaciones climáticas. Cooperativas y productores advierten que la inestabilidad del clima está alterando el ritmo normal de la cosecha, incrementando pérdidas y elevando los costos operativos en una temporada ya marcada por la escasez de mano de obra.
De acuerdo con reportes de la Unión de Cooperativas Cafetaleras, los municipios de Santa Ana, Coatepeque, Chalchuapa, Ahuachapán y zonas de Sonsonate enfrentan serias dificultades para mantener el flujo de recolección. La caída prematura del grano, el secado anticipado y la falta de cortadores están ralentizando la actividad productiva en plena cosecha. La limitación de personal, advierten, está profundizando el impacto económico: sin suficiente mano de obra, el café que se desprende por humedad permanece en el suelo, lo que incrementa el volumen de pérdida y afecta la rentabilidad de los pequeños y medianos productores.
El presidente de la gremial, Ernesto Lima, explicó que las afectaciones no son menores y que, aunque aún no se cuantifica la pérdida total, ya se considera “considerable”. Además de la merma, el retraso en la corta provoca cambios en el peso del grano y reduce su calidad comercial, un factor que puede incidir directamente en el precio final que los productores obtienen en los mercados.
A este panorama se suma un repunte de enfermedades que encarece aún más la producción. La humedad constante está favoreciendo la expansión de la roya y la antracnosis, enfermedades que requieren tratamientos específicos y cuya aplicación se complica durante la cosecha. Sin controles adecuados, aumenta el riesgo de daño estructural en los cafetales y de mayores costos para la siguiente temporada.
Sergio Ticas, presidente de la Asociación Cafetalera de El Salvador (ACAFESAL), señaló que los focos más críticos se encuentran en Ahuachapán, Ataco y Huizúcar. Además de la caída del grano, que se convierte en un punto activo para la broca, la roya continúa presente desde 2012, presionando a los productores a recurrir a fungicidas cuya aplicación debe ser cuidadosa para no comprometer la calidad del café. Las opciones ecológicas, aunque menos invasivas, representan costos más altos que muchos pequeños caficultores no pueden asumir.
Ticas enfatizó que una de las recomendaciones principales es cortar de inmediato el café maduro y retirar el grano caído para contener el avance de enfermedades y minimizar pérdidas. No obstante, esta medida depende casi por completo de la disponibilidad de mano de obra, un recurso escaso en la temporada. “Si no hay gente para cortarlo del árbol, menos hay para recogerlo”, lamentó.
Ante este escenario, el sector cafetalero enfrenta no solo un desafío agrícola, sino un impacto económico que podría reflejarse en los volúmenes finales de exportación, en los ingresos de las familias productoras y en la estabilidad de una cadena productiva clave para la economía rural del país.


